miércoles, 31 de marzo de 2010

La tierra del ayer, del mañana y del futuro

He buscado en todo los confines de la tierra semilla que fuera fuerte para sembrar mi tierra, con el paso del tiempo llegue a encontrar en un recóndito lugar esa semilla que reunía todas las condiciones para que fuera sembrada en mi tierra.
Espere que fuere el tiempo apropiado para que fuera sembrada en la tierra, y fue sembrada.
Vi como se echo en la tierra, y la tierra la abrazo entre sus brazos, pero me saltaron todas las dudas, pensando  ¿La tierra era idónea para la semilla? o ¿La semilla era idónea para la tierra?.
Si esa tierra que en un principio nunca se había sembrado nada, florecería esta semilla, sería el mejor labrado.  Con el paso del tiempo se fueron disipando todas las dudas.
Vi como se le entregaba a la tierra agua pura para que germinara , y la tierra daba su calor a la semilla.
Las lluvias fueron favorables, nunca llovía fuerte, siempre que lo hacia, el agua que bajaba de las nubes lo hacía como copo de nieve que desea abrazar la tierra, el clima respeto durante toda su fase, así como su etapa de crecimiento.
Vi como empezó a salir poquito a poquito de la tierra, la trate con el máximo mimo que se le puede dar a una  plata que se espera con amor.
Cuando la semilla ya era una planta, le dí todo aquello que necesito, le dí agua para que bebiera, le dí abono para que creciera, le quite las malas hiervas que salían a su alrededor, la cabe para ahuecar la tierra para que respiraran sus raíces y creciera sin problemas, le dí todo mi amor.
Con el paso del tiempo la planta se empezó a hacer árbol y ese árbol empezó a echar ramas, y esas ramas a su vez más ramas, y yo (cada vez con más trabajo, pero con plena dedicación y amor), empece a dirigir ese árbol poniéndole una guía para que no se torciera, le pode sus ramas para que su pesar fuera mas liviano, le seguía dando comida y arando para que se hiciera cada vez más fuerte y sus raíces pudieran sostener el peso del mañana (sus frutos), con la esperanza de que algo que yo había cuidado siguiera en pie y el hubiese valido la pena haber vivido esta vida.
Como podéis imaginar, esa semilla se convirtió en árbol, y a su vez ese árbol el día de mañana empezara a dar sus frutos, pero ahora es cuando me doy cuenta de que aquellos temores que cuando sembré la semilla me saltaron, ahora sé que eran menores frente a los temores que me enfrento ahora; pues ahora esos temores son mayores, eso temores que me surgen son,
¿Podrá el árbol seguir viviendo cuando yo no este?
Yo espero que sí, pero ahí esta la duda del mañana.
¿Podrá el árbol dar sus frutos para que sean vendidos en el mercado?
Yo tengo la esperanza de que sí, pero ahí esta la duda del mañana.
Cuando sus hojas empiecen a caer por el paso de las estaciones de los años, sus ramas no puedan ser podadas por el olvido de los humanos, cuando su tronco empiece a envejecer y sus raíces no puedan ahondar más en la tierra que no será labrada.
¿Quien estará para ayudarle?
Cuando mis manos no puedan labrar la tierra donde fuiste sembrado, cuando mis brazos no puedan levantar el hacha para podar la maleza que te rodea y  mi cuerpo no pueda más  ¿Quien te cuidara árbol mío?
Sólo me queda la esperanza de que algún día, alguien siembre otro árbol junto a ti y juntos, con vuestras ramas entrelazadas pero bien cuidadas, seáis bien cuidado.
Dicen que la esperanza es lo último que se ha de perder.
Dicen que si buscas la esperanza la encontraras.
Dicen tantas cosas, que lo que sí tengo cierto árbol mío, que una mañana no muy lejana no podré cuidarte, eso sí lo se.

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